Insight
Construyendo Sobre la Diversidad 
Cuando el 70% de tu fuerza laboral es latina, las iniciativas de diversidad adquieren una nueva urgencia. 
Eagle Mountain data center ESL program

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Por Omar Cabrera

Es una escena que se repite todos los días de la semana, alrededor de las 6:30 a.m., donde se construye un nuevo centro de datos de 223,000 metros cuadrados para el gigante de las redes sociales Meta (anteriormente Facebook) en Eagle Mountain, Utah. En un edificio temporal y con música de fondo, unos 100 empleados de la empresa constructora Mortenson se estiran, girando la cabeza y extendiendo los brazos. Unos minutos antes, los gerentes les dieron indicaciones de seguridad para el día que recién comienza. 

Imagen de arriba: Denise Souza, de la escuela de lenguaje Lumos, a la derecha, trabaja en diciembre de 2021 con el empleado de Mortenson Julio Valdez durante una clase de Inglés como Segundo Idioma (ESL) en el sitio de trabajo del centro de datos de Meta.

“Weee took the looong way around...”, canta Ed Sheeran, pero otras veces la canción es una popular en América Latina, de artistas como Vicente Fernández, Marc Anthony o Carlos Vives. Eso tiene sentido, porque más de dos tercios del personal de Mortenson aquí provienen de América Latina, principalmente Venezuela y México. Muchos de los miembros del equipo latino usan auriculares Bluetooth para poder entender las instrucciones de un intérprete que habla español todas las mañanas. 

Cada vez más, en todo Estados Unidos, las cuadrillas de construcción están compuestas en su mayoría por latinos, según confirmó Juan Pascua, director ejecutivo de la Cámara Hispana de Comercio de Utah. “Esto no es solo en términos de empleados de estas compañías, sino también de muchos subcontratistas”, que brindan servicios de techado, pintura, electricidad y otros, dijo. 

Según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, la construcción tiene un porcentaje más alto de trabajadores latinos que cualquier otro sector, casi el 36%, a excepción de la agricultura y el mantenimiento. Por supuesto, debido a que muchos latinos son indocumentados y por lo tanto no contabilizados, los números oficiales son probablemente bajos. 

Esa tendencia presenta un dilema para las empresas de construcción en los Estados Unidos: ¿Hasta dónde deben llegar para acomodar a los trabajadores de habla hispana? ¿Cómo deberían cerrar la brecha lingüística en una industria donde un malentendido puede ser peligroso, incluso fatal? 

Como contratista que genera ingresos por casi $5 mil millones cada año en proyectos que van desde estadios deportivos hasta parques eólicos y complejos de hangares, Mortenson ha asumido estas preguntas de frente. La compañía ofrece una creciente variedad de programas a sus empleados inmigrantes, desde clases gratuitas de inglés como segundo idioma hasta señalización bilingüe y un programa de aprendices de varios años para aquellos que son nuevos en la construcción. 

“Lo que hacemos en la construcción es resolver problemas todos los días”, dijo Steve Knighton, vicepresidente de Mortenson que lidera el proyecto del centro de datos de Utah y otro en las afueras de Chicago. “Los diseños no son perfectos..., el material no siempre viene de la manera que usted necesita, el clima no siempre funciona como se quiere. Usted siempre está resolviendo problemas, y para resolver los problemas de la mejor manera, usted necesita diversidad”.  

Ese es el tipo de afirmación que se esperaría de un ejecutivo corporativo en esta época de polarización política, activismo por la justicia social y programas de diversidad, equidad e inclusión en el lugar de trabajo. Pero las iniciativas de Mortenson sugieren que no se trata solo de hablar. Y los esfuerzos de la compañía para apoyar a los trabajadores inmigrantes -para proporcionar no solo empleos estables a las personas que realmente los necesitan, sino también las oportunidades para crecer, aprender inglés y habilidades valiosas- parecen estar marcando una diferencia real para los empleados. 

Abriéndose camino en un nuevo país  

La líder de grupo Desiree Leal, de 37 años, llegó a los Estados Unidos hace casi ocho años desde Maracaibo, Venezuela. Graduada universitaria y madre de dos hijos, Leal trabajó para una aerolínea en su país natal hasta que la economía se deterioró y la vida cotidiana comenzó a sentirse demasiado peligrosa. Un día, una banda secuestró a su esposo, y la familia tuvo que pagar un rescate para liberarlo. La experiencia fue devastadora. “Eso nos golpeó mucho emocional y psicológicamente”, dijo Leal. “Sabíamos que no podíamos continuar [en Venezuela]”.  

Afortunadamente, Leal tenía una visa de turista y una hermana en Utah, y su trabajo le había permitido visitar este estado a lo largo de los años, gracias a que tenía acceso a boletos de avión baratos. Llenos de incertidumbre, pero aterrorizados de permanecer en su país de origen, Leal y su familia se mudaron a Utah. 

El primer intento de Leal de ganar dinero en su nuevo país fue humillante. Encontró trabajo como conserje para una importante tienda de descuento; pasó de “trabajar en un avión a limpiar el piso y lavar los inodoros”, según contó. El gerente le prometió pago en efectivo porque su visa de turista no le permitía conseguir un trabajo legal. Pero cuando llegó la fecha de pago y ella le preguntó por su salario, él le dijo que debía esperar y unas semanas después amenazó con denunciarla a las autoridades de inmigración, relató Leal, llorando. Alrededor de ese tiempo, su esposo desempeñó tres trabajos, lavando platos en un restaurante, pintando casas y haciendo otras tareas manuales. Durante muchas semanas, él trabajó los siete días. La vida era dura. 

Hoy en día, Leal está totalmente autorizada para trabajar en los Estados Unidos y tiene muchas razones para ser optimista. Durante el último año, ella ha dirigido un equipo de limpieza para Mortenson, y junto con su esposo tienen una pequeña empresa de lavado a presión y pintura de inmuebles. Siete años después de solicitar asilo político y pagar los honorarios de abogados e inmigración, Leal tiene la esperanza de que a la familia se le otorgue el estatus de residente permanente en un trámite programado para febrero.

En diciembre, se graduó de una clase gratuita de Inglés como Segundo Idioma (ESL) de dos meses que Mortenson ofrece en el lugar de trabajo, y con su salario, está pagando una capacitación más intensiva en inglés en Utah Valley University en Orem, a unos 30 minutos de distancia. Su dominio limitado del idioma es su principal barrera para el progreso en los Estados Unidos, dijo. Pero su empleador la está ayudando a superar esa barrera. “Me siento bien [en Mortenson]”, dijo. “Realmente me siento feliz... Es una empresa que me está ayudando a crecer”.

Omar Ramón, de 24 años, quien llegó a los Estados Unidos hace cinco años desde Matamoros, México, también está trabajando en mejorar su inglés. “Trabajar en Mortenson me está ayudando mucho”, dice. Él ha descubierto un don para enseñar a sus compañeros de trabajo en tareas como conducir minicargadores y localizar pilarillos en paredes de yeso “para ayudar a otros en cosas que no saben”. Ese tipo de ayuda e iniciativa se recompensa en Mortenson, dijo.

Aprendizajes, bingo, trabajo en equipo 

Para los empleados no solo nuevos en los Estados Unidos sino también en la construcción, Mortenson está lanzando a inicios de este año un programa completo y remunerado para aprendices. “Los miembros del equipo pueden elegir entre los programas para aprendices de carpintería y equipo pesado”, dijo la gerente (de obra) Kedmia Milam, “incluyendo módulos que incluyen: acabado de concreto, topografía, lectura de planos y muchos otros temas”.

Los aprendices pueden elegir capacitarse en inglés o en español. Y el programa constituye un compromiso significativo tanto para la empresa como para el empleado: aprender carpintería lleva cuatro años; el equipo pesado lleva tres. El programa puede acomodar hasta una docena de aprendices.

Cualquiera que sea su nivel de capacitación, los empleados de construcción de primera línea también pueden ganar dinero extra mediante una especie de juego de bingo, que se centra en la seguridad, el compromiso y el liderazgo informal. Los trabajadores llenan casillas en las tarjetas con sellos que han ganado por tomar acciones más allá de sus roles de trabajo específicos. Al final del mes, los trabajadores que han obtenido sellos pueden llevarse a casa entre $25 y $600 adicionales.

El capataz Lehi Lara, quien creció en El Salvador, dice que el juego de bingo es una excelente manera de fomentar la proactividad, sin mencionar la seguridad y el trabajo en equipo. “Si alguien no está usando sus gafas de seguridad”, dijo Lara, “un miembro del equipo se puede acercar a él o ella y decirle: 'Sabes qué, olvidaste tus gafas de seguridad; ¿puedes ponértelas?' Ese sería un sello allí mismo, porque en realidad se está ayudando a alguien a recordar que tiene que usar su EPP (Equipo de Protección Personal)”.

Desiree Leal usa lo que gana del juego de bingo para ayudar a sus hijos, de 9 y 12 años, a aprender sobre el dinero. “Ellos ya saben que todos los meses, mamá va a traer la tarjeta de bingo. -'Mami, ¿cuánto obtuviste?' Si obtuve $100, [obtienen] $50 y $50, y están felices. Ellos esperan emocionados la tarjeta de bingo de Mortenson”.

Juan Pascua, de la Cámara Hispana de Comercio de Utah, elogió los programas de Mortenson. “Iniciativas como estas”, dijo, “deben ser bienvenidas y elogiadas porque no todas las empresas lo están haciendo”.

Otra práctica de Mortenson produce beneficios que son más sutiles, pero importantes. Como señala Lehi Lara, los líderes de Mortenson crean equipos que son intencionalmente diversos, no solo en habilidades, sino también en idioma y cultura. Esa polinización cruzada es buena para los negocios, dijo Steve Knighton. Cuanto más diverso es un equipo de trabajo, más ricas son sus habilidades de resolución de problemas, explicó. “Hay nuevas perspectivas que vemos venir a la compañía todos los días, y creo que estamos empezando a aprovechar ese talento”. 

El trabajo aún pendiente

Como suele suceder con las iniciativas bien intencionadas, los esfuerzos de Mortenson por incluir a los empleados latinos son un trabajo en progreso. Por ejemplo, algunos letreros en el sitio de construcción de Eagle Mountain solo están en inglés. La interpretación simultánea de la reunión de la mañana es principalmente un resumen de lo que dice el líder y no el mensaje completo en español, admite Kedmia Milam.

Además, la compañía tuvo que suspender labores en Eagle Mountain y enviar a 1,300 empleados y subcontratistas a casa durante tres días en noviembre después de encontrar dos grafitis de odio que contenían insultos raciales. Después de los incidentes, la compañía emitió una declaración que decía, en parte, “[Nosotros] estamos comprometidos con crear una cultura de inclusión, fomentar una fuerza laboral diversa y mantener un entorno donde la dignidad y el respeto por todos en nuestro proyecto son primordiales”.

“Por muy buena que sea la cultura en Mortenson”, dijo Steve Knighton, “hay cosas antes las que hemos estado ciegos, de las que hay que hablar más abiertamente”.

Una encuesta de 2020 de personas que trabajan en la construcción encontró que el 42% de los trabajadores de este sector habían visto grafitis racistas en su sitio de trabajo, el 38% había escuchado abuso verbal e insultos raciales dirigidos a miembros latinos y negros del personal, y el 15% había visto lazos con nudos u otros objetos racistas. Los equipos de construcción pueden ser cada vez más diversos, pero muchos de ellos todavía albergan racismo.

Cualesquiera que sean los desafíos, Mortenson se ha comprometido con la diversidad no porque se sienta bien, sino porque es adecuada para los negocios. “La diversidad hace que las empresas sean más fuertes. Pero la diversidad requiere esfuerzo para generar unidad”, dijo Knighton. “Por tanto, respetar las diferencias y, aun así, seguir construyendo esa cercanía, ese equipo unido, es lo que hace que las empresas tengan éxito”. 

Omar Cabrera Journalist

Omar Cabrera es un periodista que emigró a Utah desde Santa Tecla, El Salvador, hace dos años. Ahora vive en Fairfield, Ohio.

Fotografía por James Roh